Este es un artista de paleta añeja que usa una cachimba de color coñac y habita una boharda de ventana vieja donde un reloj viejo masculla: tic tac… Tendido a la larga sobre un mueble inválido, un bostezo larga, y otro, y otro: ¡tres! ¡Diablo de muchacho, pobre diablo escuálido, pero con modorras de viejo burgués! Cerca de él, cigarros fingen los pinceles, sobre la paleta de extraño color: sus últimos toques fueron dos claveles para un cuadro sobre cuestiones de amor. Cerca un lápiz negro de familia Faber enristra la punta como un alfiler; hay tufo a sudores y olor a cadáver, hay tufo a modorras y olor a mujer. Suker Olvera fuma, Suker Olvera fuma en una cachimba de color coñac, y mira unos cuadros repletos de bruma sobre un hecho que hubo cerca del Rimac. El pintor lee. La lectura no le agobia, y anteojos de bruma pone en la nariz; Suker ama los libros, ve horrible a la mentira, y todas las cosas con máscara gris. Su mal es el mismo de los vagabundos: fatiga, neurosis, anemia moral, sensaciones raras, sueños errabundos que vagan en busca de un vago ideal. Piensa, pinta, el humor le ingenia. ¡Desea pintar, halla todo color! Tiene alegría, tiene creatividad, y hace un gesto de interes si oye hablar de amor. Mira un cuadro antiguo sin pensar en nada, mira el techo, el humo, las flores, el mar, una barca inglesa que ha tiempo está anclada y unas acuarelas a medio empezar. De un escritorillo sobre la cubierta un ramo de rosas chorrea placer y una obra moderna, rasgada y abierta, muestra sus encantos como una mujer. El pintor lee. La lectura no le agobia: Suker es un poco necio Tartarín; Suker ama los libros, ve horrible la mentira y muere en silencio, de tedio, de esplín. Sudores espesos empapan los oros que el lacio cabello recoge del sol, y se abren al beso del aire los poros del rostro manchado con tintas de alcohol. Y mientras el meollo llena un chiste rancio, que dicho con gracia fuera original, una flor de moda muere de cansancio sobre la solapa donde está el ojal. Hay planchas que esperan el baño potásico; un cuadro de otoño y una mancha gris, una oleografía de un poeta clásico con gestos de piedra y ojuelos de miss. Suker fuma, Suker fuma en una cachimba de color coñac, y enfermo incurable de una larga bruma, oye un reloj viejo que dice: tic tac… Piensa, pinta, el humor le ingenia. ¡Desea pintar halla todo color! Tiene alegría, tiene creatividad y anteojos de brumas sobre la nariz. Así pasa el tiempo. Solo, solo el cuarto… Solo Suker, sin hablar. ¿De qué? Flojo y aburrido como un gran lagarto, tiene esperanza, vive la fe. A vivir empieza, allá donde el padre sirve un puesto al arte; le escribe porque no quiere que le invada la pereza plasma sus emociones con la pluma, la tinta o el block. Hace años que en el tren nocturno y en un vagón de última dejó su ciudad natal. La vida… Sus penas y alegrías. ¡Chocheces de antaño! Se sufre, se es feliz. ¿Por qué? ¡Porque sí! Se sufre, se es feliz… Y así pasa un año… y otro año… ¡Qué diablo! la vida es así… Y mi vida es esa…